No hace mucho ví una película de Jim Carrey donde interpretaba a un tipo que tenía un problema: no sabía decir que SI, Lo llamaban los amigos para convidarlo y daba un millón de excusas, lo que fuera, con tal de no dar el SI condenatorio. Algo se lo impedía, algo superior a sus fuerzas.
Quiero poner aquí un ejemplo de lo contrario. Gente que no sabe decir que NO. El primer ejemplo lo pueden observar en este vídeo donde el gran periodista Randy Alonso, la cara de bache visible de la Mesa Redonda, pretende entrevistar a Fidel Castro en el hospital. Fidel como siempre, comienza a hablar cáscaras pero esta vez casi que delirando, pasando de una cosa a la otra, de la papa a la relatividad sin que hubiera manera de entenderlo, ni siquiera con subtítulos. A pesar de esto, Randy con una petrificada y forzada sonrisa, mueve afirmativamente su cabeza como un gran queso Gruyère. Aquí dejo el link para los que puedan aguantar esa tortura.
http://www.youtube.com/watch?v=CVVpqDE0BCE
En Cuba el "sí" encabeza la lista, por supuesto, de las cosas que quieren decir lo contrario a lo que se piensa o de las cosas a las que no se sabe responder. Es también la respuesta del cansancio, de la abulia. la alternativa única para quien no quiera problemas.
Quién no recuerda aquella frase lanzada a la masa entontecida o loca por largarse ya: "LOS QUE ESTEN DE ACUERDO...." Jamás ví una mano que no se levantara. Era lo más aconsejable, lo más cómodo y...lo más saludable. Recuerdo la primera vez que osé no levantarla. Casi que ignoran mi gesto porque no querían creer que alguien se atreviera. Por un momento pensaron que yo estaba despistado y entonces cometieron el error de preguntarme de manera desafiante: "¿Y tú no estás de acuerdo? Mi respuesta fue negativa lo cual provocó un silencio. Una compañera cercana a mi puesto me hacía un gesto con los ojos que quería decir algo como "¿estás loco?", pero en su mirada había también de miedo, de conmiseración, qué se yo. Querían entonces que explicara por qué votaba en contra y no quise hacerlo, me quise reservar el derecho de guardar para mí mis motivos y el efecto fue peor. El motivo estaba más que claro: no querer participar en el aplastamiento de un compañero por algo que no tenía una importancia como para lo desproporcionado del castigo. Me llamaron para "analizarme", amedrentarme y aplastarme moralmente a mí, pero yo ya saboreaba el placer desconocido que me parecía desafiar lo no desafiable, sentí al mismo tiempo que la inquietud, una libertad inmensa. No se salieron con la suya.
Quiero poner aquí un ejemplo de lo contrario. Gente que no sabe decir que NO. El primer ejemplo lo pueden observar en este vídeo donde el gran periodista Randy Alonso, la cara de bache visible de la Mesa Redonda, pretende entrevistar a Fidel Castro en el hospital. Fidel como siempre, comienza a hablar cáscaras pero esta vez casi que delirando, pasando de una cosa a la otra, de la papa a la relatividad sin que hubiera manera de entenderlo, ni siquiera con subtítulos. A pesar de esto, Randy con una petrificada y forzada sonrisa, mueve afirmativamente su cabeza como un gran queso Gruyère. Aquí dejo el link para los que puedan aguantar esa tortura.
http://www.youtube.com/watch?v=CVVpqDE0BCE
En Cuba el "sí" encabeza la lista, por supuesto, de las cosas que quieren decir lo contrario a lo que se piensa o de las cosas a las que no se sabe responder. Es también la respuesta del cansancio, de la abulia. la alternativa única para quien no quiera problemas.
Quién no recuerda aquella frase lanzada a la masa entontecida o loca por largarse ya: "LOS QUE ESTEN DE ACUERDO...." Jamás ví una mano que no se levantara. Era lo más aconsejable, lo más cómodo y...lo más saludable. Recuerdo la primera vez que osé no levantarla. Casi que ignoran mi gesto porque no querían creer que alguien se atreviera. Por un momento pensaron que yo estaba despistado y entonces cometieron el error de preguntarme de manera desafiante: "¿Y tú no estás de acuerdo? Mi respuesta fue negativa lo cual provocó un silencio. Una compañera cercana a mi puesto me hacía un gesto con los ojos que quería decir algo como "¿estás loco?", pero en su mirada había también de miedo, de conmiseración, qué se yo. Querían entonces que explicara por qué votaba en contra y no quise hacerlo, me quise reservar el derecho de guardar para mí mis motivos y el efecto fue peor. El motivo estaba más que claro: no querer participar en el aplastamiento de un compañero por algo que no tenía una importancia como para lo desproporcionado del castigo. Me llamaron para "analizarme", amedrentarme y aplastarme moralmente a mí, pero yo ya saboreaba el placer desconocido que me parecía desafiar lo no desafiable, sentí al mismo tiempo que la inquietud, una libertad inmensa. No se salieron con la suya.
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