La realidad y el lado práctico de la vida fueron los encargados de hacer desmoronar el castillo de naipes tejido en la fantasiosa (y desastrosa) mente del "líder invencible" así como de los que quieren permanecer en su balsa de comodidad cercana al poder.Barack Obama es diferente, sí, pero no tan diferente como para agüantar las perretas del régimen cubano por que no se le conceda el ansiado caramelo del reconocimiento total y sin condiciones.
Un presidente de los Estados Unidos siempre será un presidente de los Estados Unidos y es absurdo pretender que el señor Obama, solo por su raza y por su discurso menos belicoso, llegue al extremo de abrirse hacia un régimen que, apartándonos del manoseado embargo que en Cuba se empeñan en llamar bloqueo, ha mostrado una abierta hostilidad hacia los Estados Unidos y que además de exportar guerrillas y formar terroristas de todos los continentes, mantienen a su propia población huérfana de los derechos de libertad de expresión, asociación y elecciones libres.
No es Obama quien se "pone pesado". No está haciendo más que responder a la arrogancia y verborrea con que fué recibida su intención de aliviar la tensión entre las partes. El régimen de Cuba persiste en su obstinación de navegar contra la corriente democrática y se afinca más aún en el poder absoluto.
Quienes mejor saben que hasta que no desaparezca físicamente Fidel Castro, no habrá el cambio más mínimo, son los cubanos de la isla, que ya están acostumbrados años tras año a resignarse ante la persistente existencia de este individuo del cual se ha rumorado su deceso en incontables ocasiones. Su terquedad peninsular lo ha llevado a través de los años a ser más intransigente y menos abierto, desplegando una diplomacia de la retórica y de la bravuconería mientras que en el plano interno, utilizando a veces más o a veces menos la sutileza de la represión, acalla a los pocos que se atreven a disentir de su política.El caso es que Cuba se ha convertido en medio siglo, en un paciente grave al cual no le hacen efecto las recetas caseras, sino que le empeoran y sus médicos, aunque tuvieran la intención desvelada o encubierta de salvarle no pueden hacer nada sin contar con la anuencia de quien les dirige, que a pesar de dárselas de médico, ingeniero, arquitecto, agricultor, economista, meteorólogo o deportista, no es ninguna de estas cosas.
Algo que pudo ser un proyecto popular y hasta socialista de todos los cubanos, se convirtió en la puesta en escena, en el laboratorio personal de un dictador caprichoso e intolerante.
No queda al parecer, más que esperar la solución biológica y definitiva.
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