Así rezaba el editorial de Granma, una amanecer de 1989 y trás una extensa crítica, plagada de las objeciones del supremo líder, (aunque no lo dijese se trataba de él), llegaba el inevitable párrafo final anunciando que desde ese momento quedaba suspendida en la isla la distribución de "Sputnik" y "Novedades de Moscú".
A mí no me tomó de sorpresa. Desde hacía casi un año los aires de libertad que nos llegaban a los cubanos a través de aquellas revistas no podrían ser tolerados por el tirano y sus censores. En ellas se hablaba directamente de cambios al principio tímidos pero ya después estructurales. El fracaso del comunismo quedaba al desnudo con la lectura de aquellos artículos de una prensa y una intelectualidad liberada. Se criticaba sin disimulo la burocracia, la ineficiencia del modelo partidista, de los planes quinquenales. Se comenzaban a escribir artículos positivos sobre Estados Unidos (esa debe haber sido la gota que colmó el orinal de El Invencible).
Una de las cosas que más debe haber aterrorizado a los guardianes de nuestra pureza ideológica fue el cuestionamiento abierto a las políticas gubernamentales por parte de ciudadanos y periodistas y la revisión profunda de los crímenes cometidos por el comunismo soviético tanto dentro como fuera de sus fronteras.
El contraataque no se hizo esperar y una de las más manidas defensas del viejo sistema stalinista hechas por sus homólogos cubanos en Granma intentaba hacernos creer que elementos pseudointelectuales pretendían que "la URSS se quedara sin historia y se arrojara por la borda todos los logros del sistema soviético". Nada más incierto: el pueblo sólo quería justicia histórica, la verdad.
Cada artículo escrito en Sputnik, Novedades de Moscú o Tiempos Nuevos, era como un clavo en el ataúd del comunismo. Fidel Castro se estremecía a cada martillazo. En esa época se trataron de hacer una especie de supuestas "reformas" en la sociedad cubana, emprendidas bajo el torcido lema del comandante "Por el camino correcto". Esas "reformas", con la ejecutoria de Carlos Aldana, acompañadas de una simulación de cierto "estilo fresco" que en realidad escondían una intensa propaganda semisubterránea contra Mijaíl Gorbachov, la Perestroika y sobre todo, la Glásnost, se limitaban a pedirle a la gente más esfuerzo, no escuchar "cantos de sirena" y asegurarle que : 31 y pa'lante.
Algunos recortamos cuidadosamente los mejores artículos de aquellas revistas que tan poco tiempo de ilusión nos habían proporcionado y los guardarmos e intercambiarmos.
Fidel pudo enterrar exitosamente la influencia de libertad de los pueblos de Europa del Este, pero no imaginó que 20 años más tarde tendría que vérselas con un movimiento blogger independiente y 100% cubano.
A mí no me tomó de sorpresa. Desde hacía casi un año los aires de libertad que nos llegaban a los cubanos a través de aquellas revistas no podrían ser tolerados por el tirano y sus censores. En ellas se hablaba directamente de cambios al principio tímidos pero ya después estructurales. El fracaso del comunismo quedaba al desnudo con la lectura de aquellos artículos de una prensa y una intelectualidad liberada. Se criticaba sin disimulo la burocracia, la ineficiencia del modelo partidista, de los planes quinquenales. Se comenzaban a escribir artículos positivos sobre Estados Unidos (esa debe haber sido la gota que colmó el orinal de El Invencible).
Una de las cosas que más debe haber aterrorizado a los guardianes de nuestra pureza ideológica fue el cuestionamiento abierto a las políticas gubernamentales por parte de ciudadanos y periodistas y la revisión profunda de los crímenes cometidos por el comunismo soviético tanto dentro como fuera de sus fronteras.
El contraataque no se hizo esperar y una de las más manidas defensas del viejo sistema stalinista hechas por sus homólogos cubanos en Granma intentaba hacernos creer que elementos pseudointelectuales pretendían que "la URSS se quedara sin historia y se arrojara por la borda todos los logros del sistema soviético". Nada más incierto: el pueblo sólo quería justicia histórica, la verdad.
Cada artículo escrito en Sputnik, Novedades de Moscú o Tiempos Nuevos, era como un clavo en el ataúd del comunismo. Fidel Castro se estremecía a cada martillazo. En esa época se trataron de hacer una especie de supuestas "reformas" en la sociedad cubana, emprendidas bajo el torcido lema del comandante "Por el camino correcto". Esas "reformas", con la ejecutoria de Carlos Aldana, acompañadas de una simulación de cierto "estilo fresco" que en realidad escondían una intensa propaganda semisubterránea contra Mijaíl Gorbachov, la Perestroika y sobre todo, la Glásnost, se limitaban a pedirle a la gente más esfuerzo, no escuchar "cantos de sirena" y asegurarle que : 31 y pa'lante.
Algunos recortamos cuidadosamente los mejores artículos de aquellas revistas que tan poco tiempo de ilusión nos habían proporcionado y los guardarmos e intercambiarmos.
Fidel pudo enterrar exitosamente la influencia de libertad de los pueblos de Europa del Este, pero no imaginó que 20 años más tarde tendría que vérselas con un movimiento blogger independiente y 100% cubano.
2 comments:
Le sugiero que publique los recortes de Sputnik mencionados en esta entrada, si los pudo sacar de Cuba o enviarlos al extranjero.
Lamentablemente, en las condiciones que salí de Cuba, me fue imposible llevarme incluso cosas de más necesidad que los dichosos recortes. Los dejé a algunos amigos interesados en conservarlos y releerlos. Si llego a haberlos guardado todos, hubiesen sido una cantidad más que considerable. Imagino que en bibliotecas importantes de Estados Unidos y algún otro país deben existir ejemplares de esas revistas, claro, en español no sé.
Sputnik, antes de la Perestroika era una revista de contenido bastante insípido en el que se alababa el sistema soviético, se declaraban constantemente "amantes de la paz" o salían artículos sobre un tipo que le curó las hemorroides a un oso o de un médico
que usaba la hoz y el martillo como anestesia, en fin, nada relevante con la excepción de la sección de ajedrez, que siempre fue una maravilla.
El Sputnik de la perestroika y la glásnost, ya era otra cosa. Había allí problemas auténticos, escribían ya los periodistas e historiadores que no tenían miedo y las opiniones de los lectores se veía que eran reales. Se estaba revisando la historia, efectivamente, pero para mostrar lo que en verdad había ocurrido, lo que se le había negado al ciudadano soviético saber durante décadas. Eso es la sed normal de saber de cualquier persona normal y eso es lo que le sentaba y le sienta tan mal a Fidel Castro y sus secuaces: que la gente sepa.
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